sábado, 21 de julio de 2012

Memoria robada


Que el disco rígido de tu computadora se dañe irreparablemente equivale a que una incógnita fuerza haya robado tu memoria. Así de simple. La confianza con la que depositamos información en esa unidad central de almacenamiento sólo se ve traicionada cuando el artefacto falla, cuando se sale del funcionamiento adecuado, en fin, cuando se insubordina. Esta insubordinación es, desde ya, inmotivada, pero no podemos evadir de nuestra sensibilidad de usuarios la intuición de reificar el comportamiento de la PC: sentimos que está actuando por sí misma, torsionando hasta el límite de lo soportable la relación hombre-máquina. Porque, sí, creíamos que ese vínculo sería para siempre (aún con la obsolescencia programada que nos impulsa al futuro): idealizamos a la PC, creemos en en el poder de su facilidad autónoma, como si ella misma pudiera encargarse de todo. Un usuario astuto desconfía. Un usuario astuto guarda copias de seguridad de sus archivos, por las dudas. Por eso a los geeks no se los puede agarrar desprevenidos.

Backup del olvido.

Lo importante: quizá nos enfocamos demasiado en los aspectos inmateriales de la informática, por encandilarnos en el brillo electrónico del software, y relegamos así a un segundo plano la arquitectura física que sostiene a los entornos virtuales. Sin soporte no hay espacio de manifestación digital: toda entidad necesita de un cuerpo donde concretarse. La residencia del software en, en última (en primera) instancia, la materia sólida que alberga su íntima cualidad binaria.

miércoles, 7 de marzo de 2012

Lecturas TR: El lectoespectador [VIII]

El grueso de «El lectoespectador» lo encarna la que quizá sea la parte más sustancial del libro: una mirada panóptica sobre el fenómeno de la literatura textovisual. Es, por lo menos, la zona teórica donde VLM deposita su más alegre entusiasmo y optimismo tecnológico. Y es que, guiándonos por la topografía de obras y autores que se nos muestran, es difícil decir que no está pasando algo. Ese algo, aún indefinido (debido a la pereza de buena parte de la crítica literaria actual) viene a formalizarse -a hacerse pensable, diríamos- en las apuestas conceptuales de VLM, trasuntadas en un conglomerado de neologismos (pantpágina, internexto, Pangea, etc) que reconfiguran el espacio de lo literario haciéndolo expansivo hacia otras áreas. 
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Hay que rescatar un valor micropolítico: el hecho de atreverse a pensar la actualidad del campo literario en vivo, sin distanciamiento histórico. La inmediatez que supone esta empresa no está exenta de riesgos, pero como afirma nuestro autor, es peor abandonarse a la negación de no hacerlo.
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Sobre todo: se trata de concebir la obra literaria como artefacto construido con materiales de diversa naturaleza, y no sólo materia verbal. La imagen, siempre tan cuestionada, se impone como el significante propio de nuestro presente: todo apela a ella. La progresiva admisión de este síntoma de época en el arte literario establece el triple corte cronológico sobre el que se funda una taxonomía de la literatura contemporánea: tardomodernismo, posmodernismo y etapa pangeica
Los libros propios de este último momento hacen comunión con la imago, en una imbricación significante que no renuncia a las numerosas posibilidades expresivas derivadas de las múltiples tecnologías digitales con las que contamos hoy. No sólo por la inclusión de imágenes en el texto, sino principalmente por considerar a la página un espacio de diseño que se puede construir a voluntad, mediante la intervención de la maquetación y disposición del texto. Claro, en este sentido la obra por antonomasia es House of Leaves, la novela multidimensional de Mark Z. Danielewski.
Escritura pangeica: el diseño textual concibe la página como espacio formateable
Además, está el factor de la continuidad. Lo pangeico no reconoce límites y, por el contrario, tiende vectores de conexión entre artes y disciplinas. Un ir y venir deslizante a través de diferentes prácticas que, vinculadas creativamente, ansían cierta globalidad.

viernes, 2 de marzo de 2012

Lecturas TR: El lectoespectador [VII]

Pensar la imagen y pensar mediante la imagen. En el último capítulo de su libro, VLM explicita lo que podría ser su íntimo manifiesto poético: el juego de variables estéticas que proponen una suerte de hermenéutica para explicar su propio proceso creativo. 
Siendo concretos, digamos que la idea fundamental es ésta: la palabra no basta. O mejor dicho: el régimen verbal es tan sólo uno -entre varios- de los métodos de significación que están a nuestra disposición para encarnar la realidad poética, por lo cual restringirnos únicamente a esa perspectiva singular es también recortar el horizonte de posibilidades del hecho escritural. Y a nivel subjetivo, se corresponde con el sentimiento de castración por no poder expresarse en una dimensión compleja. 
Estética de la imagen, entonces, en doble sentido: yuxtaposición de texto e imagen vinculada, y sobre todo, texto convertido en imagen. La espacialización de la palabra en el cuerpo de la página adquiere categoría poética, pues en ella se formaliza un dispositivo semiótico: artefacto textovisual que despliega sentido en virtud de su propia disposición. La visión constituye así un eje sobre el cual se articula la experiencia lectoespectadora, que comparte tanto los beneficios de la verbalidad como de la iconografía. 

Podríamos considerar este capítulo un cuaderno de notas hecho público: retazos de ideas que traman como motivo un proyecto estético personal (y una ética literaria asociada a él) que justifica la posición elegida por VLM en el escenario de las letras actuales. Es también la creación -astuta, deliberada- de un mito de origen: la sucesión de nombres que aparecen citados en el texto son la raíz genealógica que nuestro autor selecciona como antecedentes legítimos de su proceder poético. 

miércoles, 29 de febrero de 2012

Lecturas TR: El lectoespectador [VI]

Gestionar la cultura en la era de su distribución electrónica. A partir de la influencia de lo digital en el arte, VLM diagnostica la creciente inmaterialidad de las obras artísticas, cada vez más etéreas o fugaces y cuya consistencia ontológica deja fuera el cuerpo tangible. Obras descorporizadas, desencarnadas de la inmediatez, digámoslo así, física y que residen en ningún lado. El arte descarnado es  producto de la conversión de lo material en abstracción: si todo tiende hacia su simulacro virtual, como ha apuntado Baudrillard, es natural que el arte ya ni siquiera sea una cosa más o menos concreta, sino un puro flujo circulante en continua movilidad. Bit art. Esto afecta también al mercado cultural, porque la aparición de Internet viene a poner en cuestión un gran número de suposiciones y categorías vinculadas al campo artístico. Nociones como la de obra, autor, producción, autoría, etc. son relativizadas por los fenómenos de la red, que invierten el significado tradicionalmente atribuido a ellas. ¿Cómo administrar lo intangible? 
El arte ya no se difunde de la misma manera que antes: hoy existen canales que permiten esparcir las obras con un grado de celeridad instantáneo con beneficio de reproducción infinita. Para VLM el modelo YouTube es la clase de consumidor que viene a significar esta nueva modalidad de distribución de los productos artísticos. Consumidor enfocado en las partes, en el disfrute rápido, que ya no necesita ser consumidor material del producto sino que lo consigue por medio de los afluentes alternativos (y de manera gratuita). Ante este hecho, en necesario repensar qué puede ofrecer la producción artística en virtud de recuperar cierta parte del aura perdida. Y está claro que ese algo ya no son las obras en sí sino otras manifestaciones adyacentes. En este sentido, hace unos días Jordi Carrión expuso en un artículo lo que podría ser una vía de escape para la actividad del escritor: espectacularizarse mediante intervenciones escriturales. Hacer del acto de escribir (de una forma de escritura que asimila la condición moderna del escritor y renuncia a ciertos mitos) una performance en vivo, como lo proponen los jams de escritura
En nuestra actualidad electrónica, la singularidad artística sucede en más de un nivel: la figura social del escritor vale tanto como la de su obra.


lunes, 27 de febrero de 2012

Lecturas TR: El lectoespectador [V]

Reformulación de la crítica literaria en función de las posibilidades ofrecidas por los dispositivos digitales. Así podría resumirse el capítulo en el que VLM ensaya una suerte de utopía critico-tecnológica. Para esto desarrolla la idea que él llama Cloud Criticism: la crítica en nube, es decir, aquella que puede constituirse por vías electrónicas distribuidamente entre todos los lectores. Crítica, al mismo tiempo, upload: subir los comentarios, ideas, notas, ensayos, reseñas. Toda esa masa creciente instalada en los servidores, acompañando al texto fuente y comentándolo infinitamente.

En este apartado, que se lee como una ficción futurista (pero cuyas hipótesis son todas muy factibles), VLM fabula, crea, imagina vías de escape para lo que podría ser el porvenir de la crítica literaria: un espacio múltiple en continuo devenir, de amplia democratización que permita una transversalidad de la lectura y la intervención de los lectores en tiempo real sobre el material leído. A lo que se suman otras variables interesantes, todas en este plano de poder añadir texto al texto. 

Pero además de esta fuga hacia adelante, lo que VLM nos propone realmente es aggiornar la crítica para que ésta pueda dar cuenta, con herramientas adecuadas, de los nuevos fenómenos literarios que cruzan textualidades diversas (para el caso, escritura e imagen, por ejemplo). ¿Desde dónde habla la crítica cuando se enfrenta a las obras postliterarias? En ese problema radica la falta de suficiencia o de criterios epistemológicos a la hora de dar cuenta de tales fenómenos. 
Aquí cobra importancia medular el hecho de ampliar lo máximo posible el concepto de texto, algo que de hecho, y basándonos en su etimología, se intuye como tautológico: texto es red significante, arquitectura de signos. Que VLM tenga que esclarecer o evidenciar este detalle es un dato relevante del estado anacrónico de la crítica actual, adscrita aún a la noción de texto entendido exclusivamente como estructura verbal.

***

Nota bene: He escrito antes "obras postliterarias". No me convence el adjetivo, aunque me gusta. Tiene sus conflictos: el primero, la literatura no es algo definible sino todo lo contrario: escapa a la formalización, evade cualquier intento de definición. Hablar de postliteratura implicaría, asimismo, decir que la literatura es algo que ya fue, lo cual resulta indiscutiblemente falso. Sin embargo, quizá no sea del todo inútil la palabra, pues viene a significar la florescencia de una modalidad distinta de lo que entendemos por literatura by default. Algo que  incluye y a vez supera nuestras expectativas respecto a "lo literario".

sábado, 25 de febrero de 2012

Lecturas TR: El lectoespectador [IV]

¿Qué hace Internet con nuestra subjetividad? Si la frontera electrónica es el reino incógnito del ocultamiento, la zona donde podemos dejar de ser (es decir, marginalizar nuestra personalidad cotidiana) para proyectar un relato alternativo de nuestras vidas, entonces la posibilidad de apertura digital se vislumbra como infinita: la teoría de los universos paralelos tiene su condensación virtual en el amplio espacio de la red, donde cada sujeto puede construir, según su gusto y necesidad, una realidad ficcional que le permita evacuar su libido reprimida por los diversos aparatos de convenciones sociales. 
Entonces, llegado un punto, el sujeto se transforma. Amparado por el anonimato, deviene Otro. Y este devenir, a su vez, ha destilado una especialización del uso de la palabra en la web cuya razón teleológica es la agresión online: usuarios que de dedican a insultar y vituperar constantemente a los demás internautas por el puro gusto de satisfacer su propio gozo solitario. 

VLM, utilizando una idea bastante recurrente -y quizá demasiado lineal- de Zizek, lee el accionar de los usuarios-fastidio como una fuga del inconsciente de modo directo: la pantalla es el lugar donde las fantasías buscan cristalizar su naturaleza elusiva, conquistar ciertas faltas que constituyen la urgencia libidinal del sujeto. Paradójicamente, estas faltas no pueden ser ser compensadas, por lo cual se cae en un círculo vicioso de sublimación y frustación.

Desplazamiento del referente: en los últimos tiempos hemos pasado del absoluto anonimato a la visiblidad pornográfica (entendemos aquí pornografía en los términos de Beatriz Preciado: cualquier operación semiótica que trasmuta lo íntimo en público) gracias a dispositivos como Facebook, en los que se cataloga a las personas en virtud de su extensa objetividad. Cada vez somos más objetivos: si antes en el ecosistema web éramos hiporreales (ficciones sin densidad) ahora somos hiperreales: ficciones también, pero con el sustento ontológico de que podemos significarnos excesivamente a través de la pluralidad de textos que nos conforman en el espacio mediático. De la falta de rostro, al libro de caras: hemos descubierto los velos de la ocultación para de/mostrarnos y evertir así la relación de nuestra subjetividad con las tecnologías relacionales. Dar todo de sí: mostrar es informar. Facilitada la representación  de nuestra vida por el streaming informático, hay que brindarle al espectador lo que espera. La pantalla se torna lugar noticioso, ventana al mundo, donde ocurren cosas a cada instante, sin descanso. Por esa sucesión de informaciones espectaculares pasa el lugar de la experiencia hipermoderna.

jueves, 23 de febrero de 2012

Lecturas TR: El lectoespectador [III]

Alteración del curso: hoy no hablaremos tanto del capítulo abordado, sino del plan que rige la secuencia de lectura. Violentar un texto es también un derecho del que lee. Daniel Pennac estipuló diez ítems que diagraman la libertad lectora: el segundo de ellos es el derecho a saltarnos páginas. Usualmente porque el contenido de las mismas, debido a su potencial o efectiva capacidad de aburrimiento, impele a renunciar a las obligaciones penosas y privilegiar el gozo. Sin embargo, en este caso, la situación es exactamente inversa: he decidido elidir de mi cartografía personal el tratamiento de la literatura textovisual por ser, paradójicamente, el que más me interesa, el que más promete, quizá el que hasta justifica la razón (teleológica, estética) del libro.
Cuando leemos una obra se nos impone un orden objetivo de lectura, según el cual la linealidad  generalmente es su motivo estructurante: hay cosas que debemos leer primero y otras después. Pero ¿no convoca la conformación del ensayo de VLM una erótica de la movilidad? La relativa autonomía de los capítulos, ¿no es una invitación a la desobediencia?

Así que, en un salto [hiper]textual (toda lectura, analógica o digital, lo es), me dirijo directamente hasta los diez apotegmas sobre la televisión. Diaz ideas que intentan resumir las cualidades intrínsecas del medio, especialmente focalizadas en su carácter de esclavizador de subjetividades.
VLM puede ser tecnófilo (dato accesorio que corrobora una filiación ontológica: quien escribe estas líneas también lo es), pero su universo no incluye -no totalmente, al menos-  la televisión, y la crítica a la misma se sucede en cada uno de los puntos de este capítulo. Es comprensible: la tele es algo viejo ya: inunda millones de hogares, pero nos resulta anacrónica: paleotecnológica. Al lado de Internet, la comparación resulta risible: mientras la TV es limitada y exclusiva (el espectador no interviene), la otra es abierta y participativa, y nos permite tramar infinitos mapas de actividad. 
El discurso televisivo parece estar diseñado para captar hipnóticamente la atención y suprimir el pensamiento: todo en el es continuidad pura, suspenso y detención de los ejercicios de voluntad. Esta absorción de la subjetividad y su correlato en la expectación acrítica (algo que comentamos en un post anterior) exigen el surgimiento de una nueva modalidad de espectadores que puedan afrontar el reto de leer además de mirar: este über-espectador es el lectoespectador.